
Mi hermana murió el 14 de junio de 2021, el día que me demostró que ya no le era útil, que ya no podía extraer más nada de mí. Ya no importaba mi acompañamiento y tampoco lo económico, había encontrado mejores postores para ocupar ese rol. Claro, todos los tipos de narcisistas tienen relaciones de uso, si ya no les sirves pues te descartan sin demasiada parafernalia.
Ya había dado algunas señales con anterioridad de quién era realmente, pero escondido tras adolescente gesto, yo asignaba a su joven edad esa soberbia que de pronto se apoderaba de ella.
Mi hermana murió. Quizás nunca realmente existió. Cuando estamos en un vínculo tóxico, nosotros llenamos los espacios en blanco, ellos nos brindan una probadita de dulzura y nosotros proyectamos lo que necesitamos y negamos lo que no cuadra con la imagen que construimos del otro. Imagen que ellos refuerzan intermitentemente, por supuesto.
Cuando era pequeña era tan dulce, solía esconderse debajo de mi cama cuando le decía que tenía que estudiar (yo soy mayor) con tal de estar conmigo. Cuando mis amigas iban a casa, siempre quería participar. Éramos muy unidas, la llevaba a pasear, jugábamos y a pesar de la diferencia de edad, a veces hasta incluso peleábamos, pero nuestro amor parecía tan bonito.
Al irme de mi casa cuando me casé, se me rompió un poco el corazón. Dejaba a mi hermanita y la nostalgia de aquellos años de su niñez de vez en cuando humedecían mis ojos. Siempre la amé. La amé de verdad.
A pesar de ya no vivir juntas, buscaba espacios para cuidar de ese vínculo, la escuchaba, le enseñaba cosas, si bien no era mi rol también intentaba ponerle límites al entrar en ciertos círculos de desidia y de vacío ante su futuro.
En mi cabeza éramos las hermanas perfectas, unidas, leales, divertidas, afectuosas. Fue en el verano del 2019-2020 (antes de que estallara el caos de la pandemia) que fuimos más unidas aún. Claro, al ser ella más mayor su necesidad de independencia estaba ardiendo y mi casa era la excusa perfecta para quedarse a dormir, divertirse y no estar tanto en presencia de mis padres que ya le comenzaba a pesar.
Fue el principio del fin, tanto idilio, tanto amor, culminó de alguna manera en una traición económica, en promesas rotas y máscaras caídas.
Luego del miedo inicial de la pandemia, sus amigas se animaron a salir más con ella y un amigo del pasado resurgió como el fénix, emocionalmente ya tampoco yo era necesaria. No me necesitaba para desahogarse, ni reírse, ni salir, ya había encontrado otros objetos para cumplir sus expectativas y caprichos. Me había convertido en obsoleta, un objeto sin brillo perfecto para descartar, no del todo por supuesto. Los narcisistas pocas veces te descartan por completo, siempre quieren asegurarse que estás cerca, quizás puedan aún succionarte el alma un poco más.
Mi hermana murió. Y todavía duele. Duele aún más ver deambular su fantasma, escuchar su risa, sus palabras encantadoras, porque detrás de todos esos ecos se esconde una mentira. Es mi hermana, como un zombie sigue estando cerca, no la he dejado ir absolutamente del todo. Pero soy conciente, soy absoluta y dolorosamente conciente de a quien veo hablando no es ella, la verdadera murió hace años, perdida en los pasillos del tiempo y ya no va a regresar. Duele aún y quizás siempre lo haga.
Es increíble todo lo que podemos hacer con un corazón roto, estos duelos prolongados, enterrar a alguien en vida. Y sin embargo es lo correcto, lo sano, lo liberador. Ver a los fantasmas de lejos, con distancia, sin creer en esos hechizos con los que nos quieren envolver.
Se puede ser feliz a pesar de tener familiares tóxicos, rotos, incapaces de amar de verdad. Te enseñan todo lo que no hay que hacer, lo que no hay que repetir. Son los maestros de la hoja de ruta que jamás debes recorrer. Están ahí para recordarte que mereces más, están ahí para demostrarte que la gente cruel jamás es feliz. Porque su vacío de maldad jamás se colma.
Hay que aprender a dejarlos ir, o mantener ese contacto intermitente. Ulises con la cera en los oídos sació su curiosidad de ver a las sirenas pero no las escuchaba, nosotros debemos hacer lo mismo, ver, pero no acercarse, no caer en el enredo de sus manipuladoras artimañas o victimismos. Están ahí, pero realmente no lo están, entender que si realmente los necesitas, no podrán brindarte lo que no tienen.
Mi hermana murió pero yo estoy viva. Y soy todo lo que ella jamás podrá ser. Descansa hermanita, quizás en otro plano, en otra vida, puedas amar de verdad, ahora cierra tus ojos y déjame en paz.
(Historia de una consultante que me permitió compartir).
Si quieres contarme tu historia, te leo.
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