
La felicidad es interior, una cuestión de elegir pensar de determinada manera, de cultivar nuestro optimismo, de aprender del dolor, de permitirnos crecer, en definitiva, podríamos decir que la felicidad es una cuestión de actitud.
Ciertas conductas, emociones y pensamientos nos van a acercar o alejar de nuestra gloriosa meta, reflexionemos acerca de cómo tendríamos que elegir actuar, cómo pensar, qué dejar ir, para brindarnos el permiso de ser más felices.
Aprendamos a desdramatizar la cotidianeidad. Tantas situaciones, discusiones, problemáticas, pueden ser solucionadas si tan sólo intentamos verlas desde una perspectiva más objetiva, racional y empática. Vamos a cuestionar lo que nosotros interpretamos de determinadas situaciones que nos hacen daño, si reflexionamos seguramente podremos ver que muchas situaciones son más inocentes de lo que consideramos en un principio.
Perderle el miedo a establecer límites saludables. Los límites claros son vitales en todo vínculo, nos protege a nosotros y establecemos parámetros para poder comunicarnos con honestidad y comodidad. Debemos evitar sentirnos culpables cuando decimos que NO, porque a hay veces que es necesario que nos tomemos un tiempo para nosotros o simplemente no podemos ser de ayuda en esa circunstancia. Hay que aprender a priorizar, ciertos favores a veces se van de las manos o se convierten en imposición por parte del resto y eso nos hace sentir culpables cuando no podemos rescatar a todo el mundo. Decir que no sin culpa, cuidando nuestro tiempo, respetando nuestro estado de ánimo nos ayuda a sentirnos más en paz.
Focalizarnos en el presente. Esto nos habilita a disfrutar el momento en toda su intensidad. Nuestra mente es media tramposa y nos hace creer que preocuparnos en exceso por algo nos va a terminar ayudando, cuando en realidad hace todo lo contrario. Por más que nos obsesionemos pensando en todas las cosas que tenemos que hacer, el pensar no nos llevará a ninguna parte. Si no podemos hacer algo en este momento, entonces concentrémonos en lo que sí podemos hacer y en la medida de lo posible disfrutarlo.
No todo es personal. Puede sucedernos que tengamos que lidiar con gente malhumorada, negativa, o que simplemente están enojados con el mundo. Por eso debemos aprender a ignorar ciertos comentarios, a quitarle fuerza a ciertas palabras, si siempre dejamos que los demás tengan el poder sobre nuestra autoestima vamos a ser propensos a que nos hagan sentir culpables o tristes. Tenemos que tener bien en claro quiénes somos y cuánto valemos. También aprender a dejar ir ciertas palabras que las personas dicen producto de su frustración interna.
Lo perfecto no existe. Si somos concientes de que es mejor hacer las cosas que no hacer nada esperando la perfección inexistente, nos veremos más satisfechos con lo que hacemos y además haremos más cosas.
Toleremos nuestros defectos y los defectos de los demás. Nosotros tenemos defectos, nos equivocamos, somos capaces de herir a alguien sin querer. Los demás se comportan del mismo modo, son tan humanos como nosotros. Seamos realistas en cuanto a las expectativas que tenemos de los demás, no podemos moldear a nadie de acuerdo a nuestro capricho, tenemos que aprender a aceptar a las personas que amamos tal cual son.
Cultivemos nuestro optimismo. Si bien tanto el pesimismo como el optimismo tienen componentes genéticos en juego, no debemos olvidar que también son estilos de pensamiento que pueden ser aprendidos. Si seguimos estos consejos, si cuidamos nuestra manera de interpretar lo que nos sucede, si tenemos la humildad suficiente para entender que no siempre tenemos razón y comprendemos que tenemos que concentrarnos en aquellas cosas que sí podemos controlar y soltar aquellas que no, vamos a poder disfrutar de los beneficios de esta hermosa virtud.
Las investigaciones en el campo de la Psicología Positiva han demostrado que quienes son optimistas pueden disfrutar de las siguientes consecuencias:
Las personas optimistas obtienen mayores logros que las pesimistas, gozan de una mejor salud y se cuidan más, también viven más tiempo. Los optimistas son perseverantes y ven los obstáculos de la vida como oportunidades de lucha y crecimiento, confían en sus habilidades y su capacidad para alcanzar el éxito. No permiten que los hechos negativos cotidianos los derroten fácilmente, se protegen del estrés siendo concientes de que sí algo bueno han logrado podrán obtener cada vez más cosas en su futuro.
La felicidad no es algo inalcanzable, no es solamente ese gran momento único de estallido emocional gigantesco, en realidad la felicidad la podemos encontrar todos los días, en cada momento con los pequeños detalles, con las pequeñas victorias que obtenemos a diario. Celebremos los pequeños milagros que nos rodean, como las personas que nos aman, las risas que compartimos, las películas que miramos, los helados que disfrutamos.
Prestemos atención a las cosas que sí funcionan, quizás sea nuestra salud, o nuestro trabajo, o nuestra pareja. Siempre hay un área que funciona, si pensamos cuidadosamente siempre vamos a encontrar algo de lo cual estar agradecidos y el secreto es saber encontrar fortaleza en aquello que sí funciona y ser capaces de esparcirlo positivamente al resto de nuestras áreas.
La felicidad en última instancia es una elección, es elegir mirar las cosas desde otro ángulo, es escoger lo que nos hace bien, es permitirnos amarnos y estar orgullosos de nosotros.
No es una sola cosa la que brinda bienestar, sino la sumatoria de pequeños actos, actitudes y vínculos lo que nos acerca a una nueva manera de pensar. ¿Qué actitud vas a elegir hoy?