Que el odio no te quite el foco

Es inevitable sentirlo, no hay que negarlo, pero tampoco debes quedarte a vivir en esta emoción

Es inevitable que no salgas lastimado en la vida, siempre existen situaciones o personas que duelen. Eso muchas veces hace que nazca un odio profundo en tu corazón, odio que muchos aceptamos y trabajamos y otros niegan con todas sus fuerzas por la culpa que genera observarnos con esos sentimientos. Pero cuando el dolor aparece por un daño, es esperable y hasta sano sentir esa sensación.

Intentar negarlo, escaparle, ocultarlo o hacernos los santos inmaculados solo empeora las cosas. Toma la sombra con tus manos, mírala a los ojos y entiéndela. Es el primer paso.

El segundo, es entender que quedarnos estancados en el odio, más de lo necesario, pone toda nuestra vida en pausa, las horas se tornan en días, los días en meses, los meses años, paralizados en ese terrible dolor que nos apuñala. Y está bien sentirse mal, está bien llorar, buscar retribución, justicia. Pero quedarnos en esa búsqueda nos atrapa y nos jala hacia el abismo. No hay nada justo en salir dañados, solo aprendizaje. Y la realidad es que nadie es perfecto, y la gente nos lastima y nosotros lastimamos.

El odio si se queda por más tiempo de lo necesario nos ciega, nos hace sentir poderosos, se vuelve una identidad devoradora del todo. La sensación de injusticia, la sed de venganza que nunca se sacia no es el camino.

Así que como todas las emociones, el odio es necesario pero no puede quedarse enraizado en nuestra alma. No estás obligado a perdonar, podes hacerlo cuando te sientas preparado, hay veces que quizás esto nunca llegue y sé que hay personas que más vale perderlas que encontrarlas.

Volca el amor sobre tu ser, protegete de lo que te hace daño, sopesa las situaciones con la mayor objetividad, pone en la balanza quiénes te suman y quienes restan, pero hacelo desde tu amor propio, con límites sanos, no buscando justicia, sino simplemente estar bien.

Que el odio no te hunda, no te quite el foco de lo que realmente es importante, estar en paz contigo y con el mundo. Si tu mundo se tornó oscuro, busca la luz en otra parte, muchas veces simplemente se esconde dentro de ti.

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Cuando todos tiemblan a tu alrededor…

Existen ciertos días donde el trabajo te desborda, las peleas con tu jefe o clientes te consume. Eres un volcán a punto de hacer erupción y quienes pagan los platos rotos son exactamente esas personas a quienes más amas.

enojo trabajo mal día

¿Qué puedes hacer cuando quieras desatar tu ira contra el mundo?

  • Camina antes de regresar a tu casa. Eres conciente de todo ese enojo que te invade, mejor prueba llenar tus pulmones de aire fresco, distráete y tómate el tiempo que necesites hasta que te sientas más relajado.

 

  • Quítate la ropa de trabajo ¡ya! Nada más relajante que poder quitarte el traje o esa ropa incomoda y quedarte en un pijama mullido.

 

  • Una buena ducha caliente. Jamás desestimes el poder de quedarte 15 o 20 minutos a solas, con la única compañía del agua. Concentrarte en la sensación que el agua te brinda puede quitarte la ansiedad.

 

  • Unos buenos mimos…a ti mismo. Un rico café, té o mate, un pequeño chocolate, tu música favorita, algo sencillo y eficiente que te brinde un pequeño placer.

 

  • Charla con alguien. En vez de perder el tiempo torturándote con los recuerdos y emociones negativas del horrible día que has tenido, mejor habla con alguien en tu hogar, pregúntales cómo ha estado su día, juega con tu mascota, con tus hijos, bríndate el permiso para conectarte emocionalmente con otro.

 

  • ¿Algo de gratitud? Si bien tu mente va a empujarte a recordar todos los terribles detalles que has vivido, contrarresta eso con las pequeñas cosas que sí funcionan. Tal vez alguien fue amable contigo hoy, o has podido pagar tus cuentas, o la persona que tienes al lado es fenomenal, o tu gato es puro amor, no importa lo que sea. Siempre hay algo que funciona, siempre.

 

No puedes evitar tener malos días, no puedes evitar a veces el sentirte incómodo con el trabajo que tienes que hacer, sin embargo, siempre puedes elegir cultivar una mejor actitud cuando regreses a tu hogar.

 

Recuerda que no debes permitir que un mal día ni el enojo te gane, siempre habrán personas que están esperándote con brazos abiertos y quieren verte feliz. Disfruta lo que posees y lo que funciona, deja de lado las malas cosas. Siempre tenemos de las dos en nuestra vida, ¿a cuáles vas a obsequiarle tu foco?

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Nota para el Diario El País: Furiosos sin control

Nota para el Diario El Pais: Furiosos sin control

Y como ustedes saben gracias a mi trabajo he participado en la radio, los diarios y la televisión, así que quería compartir con ustedes esta nota donde también participo publicada el día de hoy. Escrita por Leonel García aquí les dejo Furiosos sin control

Baja tolerancia a la frustración, entender todo como un ataque personal y no saber ponerse en el lugar del otro, alimentan los ataques de ira. Cada vez hay más personas que piden ayuda.

Primer caso: «J» (23) no puede digerir que su novia haya preferido salir con sus amigas que ir al cine con él. Mientras camina refunfuñando por la calle, un transeúnte le roza el hombro. Estalla. Qué-hacés-que-no-mirás, rechaza disculparse, pelea. «J» termina con una nariz rota. Segundo caso: «L» (30) está furiosa porque su pareja no le atiende el celular ni los 10 mensajes de texto que le manda en hilera. «Debe estar con otra este hijo de puta»,piensa. Explota. La ropa del susodicho vuela por la ventana. Cuando llega, lo primero que hace es contarle que no pudo atenderla porque estaba manejando; lo segundo es abandonarla de inmediato. Tercer caso: a «M» (35) le salta la térmica seguido. Cada vez que sus hijos no le hacen caso o no logra ponerse de acuerdo con su esposa, comienza a ponerse colorado, las manos le tiemblan y se le tensan los músculos. Grita e insulta. Esta conducta no se limita al hogar: él es comerciante y los empleados le duran poco; a uno de ellos le llegó a pegar.

Los dos primeros casos han pasado por la consulta de la psicóloga Mariana Alvez, especialista en Psicología Positiva. El tercero es de su colega Verónica Orrico, terapeuta cognitivo-conductual e integrante de la Clínica Psinco. Ambas sostienen que la ira (o furia, o bronca, o enojo) es una emoción básica, adaptativa, inevitable y justificada en ocasiones, que puede ayudar al individuo a pararse mejor en el mundo que le rodea: manifestar su disgusto, reclamar y obtener un cambio, afrontar una situación adversa, posicionarse mejor ante la vida y los suyos, sobrevivir. El tema es cuando esta situación se pasa de la raya, cuando ante un episodio inesperado o desagradable la persona explota, «salta», perdiendo el control y realizando comportamientos dañinos para los demás y para consigo mismo, a veces ante cuestiones que para otros individuos representan apenas una incomodidad.

«Para los estallidos de ira no importa tanto qué es lo que está pasando, sino cómo la persona interpreta lo que está pasando», sostiene Orrico. Un ejemplo claro es el del tránsito: no todos reaccionan igual ni se ponen nerviosos en un embotellamiento; no todos son Michael Douglas en Un día de furia. En las personas irascibles, continúa Orrico, «hay una tendencia a `personalizar` la situación»; o sea, interpretar la conducta del otro como una acción destinada a perjudicarle. Suelen ser personas con esquemas muy rígidos de lo que debe ser la realidad. Los causantes son mucho más culturales y familiares que genéticos, y también son propensos a estos ataques «los individuos que se caracterizan por su baja tolerancia a la frustración», sentencia Alvez. Este último elemento es fundamental.

TOLERANCIA. Darío Ibarra, psicoanalista especializado en cuestiones de género, asegura que el manejo de la bronca depende de cada persona en función de su salud mental y -nuevamente- «su tolerancia a la frustración». Es por este motivo que, así como los hombres son mucho más victimarios que víctimas en situaciones de violencia doméstica, también son mucho más comunes en ellos los casos de ataques de ira, cuestiones que aunque tengan ciertas componentes similares no pueden tomarse como análogas (ver aparte).

«Eso se debe a patrones culturales. A la mujer se le educa más para reprimir y soportar la frustración; entonces, los hombres tenemos menos capacidad de tolerarla», indica Ibarra. Alvez agrega a la crianza en «familias caóticas», donde para la resolución de problemas prima «la manipulación, la violencia o la culpa», antes que una comunicación acertada, como caldo de cultivo para los iracundos.

Estos comportamientos pueden derivar no solo en agresividad y violencia, sino en despidos, pérdida de pareja (de hecho, las explosiones en este ámbito son los disparadores de la mayoría de las consultas con los profesionales), lesiones y problemas con la ley. Así como hay manifestaciones fisiológicas de los ataques de ira -activación del sistema nervioso, aumento de la frecuencia cardíaca, presión arterial y tensión muscular, además de incrementar la producción de adrenalina-, también hay, según consignan distintos expertos en portales sobre el tema, posibles consecuencias negativas para la salud, como más chance de sufrir problemas cardiovasculares o infartos cerebrales.Y, si bien estos estallidos existieron siempre, los expertos tienen la sensación -no mensurada- de que cada vez ocurren con más frecuencia, o que cada vez están más presentes en los consultorios. O que, al menos, como una consecuencia positiva de una realidad desagradable, cada vez son más quienes quieren aprender a controlarse.

CAMBIOS. Según Alvez, el ciclo del ataque de ira inicia por una etapa de intensificación, en la que se presentan las señales del estallido; le sigue la explosión en sí; y, finalmente, está la postexplosión, con las consecuencias poco agradables de haber cedido a ese impulso (insultar a un ser querido, golpear una pared, romper un artículo del hogar, agredir a alguien y un largo etcétera). Para Orrico, si la persona es capaz de aprender a detectar los síntomas que preceden a los estallidos, como temblor en las manos o ponerse colorado tiene más posibilidades de aprender a controlarse.

Hay cosas para tener bien claras. No vale la excusa «así es él/ella» para explicar una conducta explosiva. «Eso llega a ser una forma de justificar la violencia. `Él es calentón, dejalo`. O una mujer: `Soy temperamental, soy así`. Eso lo único que justifica es el no saber manejar la frustración. Y es creer que no se puede cambiar la personalidad».

Salvo en casos en que la persona sufre de patologías psíquicas severas, el tratamiento psicoterapéutico, a veces combinado con ansiolíticos y antidepresivos, y las técnicas de control de ira (ver aparte) suelen tener buenos resultados. Estas van desde algo tan básico como contar hasta diez o respirar hondo, hasta otras actividades que requerirán una participación más proactiva del individuo, desde ya la parte más difícil de la recuperación.

También se debe despersonalizar la causa del enojo. «Tenemos que intentar modificar el pensamiento de `estoy siendo atacado` por preguntarnos `¿realmente me están atacando?`», señala Alvez. «Aprender a controlar el enojo significa ser libres, libres de la opresión que nuestras emociones ejercen sobre nosotros y libres de esos pensamientos limitantes que solo nos meten en problemas», concluye.

Trabajar con la empatía, ponerse en el lugar del otro, es otra de las herramientas fundamentales. «Eso ayuda a ver las cosas desde otra perspectiva. La regla de oro sería tan sencilla como tratar al otro como te gustaría que te traten así», resume Orrico. Tan sencillo y tan difícil.

CUENTE HASTA DIEZ Y RESPIRE PROFUNDO

Aunque los ataques de ira son tan viejos como el hombre, el concepto anger management (control de ira) es de reciente data. El DSM-IV, algo así como la Biblia de los trastornos psiquiátricos, no incluye nada relativo a los trastornos de la ira. Sin embargo, cada vez más gente consulta por casos y cada vez hay más websites dedicados al tema. «Es como el bullying en la escuela. Siempre existió, solo que ahora se le pone nombre a una cuestión que estaba naturalizada», resume Darío Ibarra. Aquí hay algunas recomendaciones y técnicas para mantener el control cuando se venga el estallido.

Apelar a técnicas de relajación. Entre ellas está respirar lentamente, de forma pausada y no hiperventilar.

Practicar la comunicación asertiva, con afrontamiento y resolución de problemas, apelando a habilidades de negociación.

Separar lo que le sucede a la otra persona de lo que le sucede a uno. Despersonalizar la situación, poder generar empatía.

Apelar a la psicoterapia. Si es necesario trabajar en la capacidad de soportar frustraciones, problema que puede haber comenzado en la infancia.

Redirigir la energía. Hacer ejercicios o escribir tus sensaciones en un cuaderno o blog.

El simple acto de respirar profundo y contar hasta 10 permite un «tiempo de espera» que evita tensionar más una situación.

Detectar cuáles son las señales físicas que preceden los ataques de ira, y evitar decir algo en ese momento. De seguro lo vas a lamentar.

(Fuente: psicólogos Mariana Alvez, Darío Ibarra y Verónica Orrico, y portal http://www.ControlDeLaIra.com)

UN PRIMER PASO HACIA LA VIOLENCIA

La psicóloga Verónica Orrico diferencia la ira de la agresividad y de la violencia doméstica. La segunda la define como una conducta que busca provocar daño intencional a otras personas; la tercera, según ella, pretende lograr la sumisión del otro apelando a diferentes tácticas como amenazas, insultos o agresiones físicas. «La ira es una emoción que puede favorecer la aparición de la agresividad y la violencia. Pero una persona que sufre ataques de ira no necesariamente busca la dominación del otro. La persona violenta suele actuar así en su familia y fuera de ella tiene una imagen distinta. La persona que no maneja bien su ira no la puede controlar en ninguna parte».

En cambio, para Darío Ibarra, quien trabaja con hombres golpeadores, la diferencia es muy sutil. «Una persona impulsiva, que siempre saca la ira para afuera está ejerciendo violencia, no vamos a diferenciar si es física o psíquica».

Fuente: http://www.elpais.com.uy/suplemento/ds/furiosos-sin-control/sds_670793_121021.html

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Lic. en Psicología Mariana Alvez marianaalvezg@gmail.com