La herida del rechazo

Quien la padece se siente rechazado en su interior, cree que no tiene derecho a existir porque vale poco o nada. Siente insatisfacción total por quién es y posee una baja autoestima.

Rechazan sus pensamientos, sentimientos, el amor. El autodesprecio es profundo y provoca la sensación que no ser merecedor de amar ni de ser amado. Esto supone que la mínima crítica sea sentida como una amenaza y se busque continuamente la aprobación de los demás. Su miedo al rechazo a veces le lleva a estar a la defensiva cuando la otra persona quizás solo está expresando sus opiniones, necesidades o límites.

Entre las consecuencias a largo plazo encontramos la pasividad, apatía, retraimiento social, sentimientos depresivos, conductas autodestructivas, alteraciones nerviosas y problemas somáticos, impulsividad, hiperactividad, desobediencia, falta de autocontrol y comportamiento violento.

Esta herida nace del sentirse rechazado por los progenitores, con o sin intencionalidad, familiares cercanos o amigos. En los casos de sobreprotección, el niño se percibirá como rechazado, el mensaje que le llega es que sus capacidades no son válidas y por eso tienen que protegerlo tanto.

Para proteger su mente utiliza la disociación y la huida, ya sea hacia un mundo imaginario, videojuegos, adicciones, etc. Se siente invisible. Tiene miedo a molestar, a expresarse y a que sus palabras y opiniones no importen, se muestra solitario y tímido. Prefieren la soledad porque si recibe mucha atención habrá más posibilidades de ser despreciado.

La búsqueda de perfección está presente, buscando constantemente el reconocimiento de los demás. Esta situación la llevará a una búsqueda constante del reconocimiento de los otros que le costará saciar.

Viven en una constante ambivalencia, ya que cuando es elegido no se lo cree e incluso llega a sabotear la situación, fomentando el sentimiento de rechazo. Sino se trabaja en esta herida, la persona puede tornarse en rencorosa y llena de odio.

Para sanar esta herida

La herida del rechazo se sana a través de la autoestima, permitiéndose valorarse y reconocerse por si mismo sin necesitar la aprobación de los demás.

•           Acepta la herida como parte ti para poder liberar todos los sentimientos atrapados.

•           Perdónate por el maltrato que te brindaste y en segundo lugar piensa que quizás quienes te hirieron no lo hicieron con intención, sino producto de sus propias creencias o problemáticas emocionales sin resolver.

•           Bríndate amor y priorízate, bríndate atención, comienza a ver tu propio valor y nunca dejes de crecer emocionalmente, porque te lo mereces.

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¿Incapaz de asimilar tus logros? El síndrome del impostor

También conocido como síndrome del fraude, esta trampa psicológica cuestiona tus habilidades, tus preciados éxitos y tus capacidades. Sientes que no mereces lo que has construido.

A pesar de que laboral y profesionalmente eres una persona exitosa, una parte tuya siente que no mereces lo que has obtenido. Eres quien minimiza sus capacidades y logros, sientes que eres un vendedor de humo cuando en verdad eres mucho más capaz de lo que crees.

Cuando se te da la oportunidad de demostrar tus habilidades y conocimientos, temes que descubran que eres un desastre o que no eres tan experto en un área como los demás te ven.

El problema con ese síndrome es que puede perjudicar terriblemente tu desarrollo profesional. Ya que al no creerte suficiente ni capaz, dejarás pasar oportunidades de crecimiento, te moverás siempre dentro de zonas de comodidad, o te sentirás aterrado ante la posibilidad de equivocarte en algo.

Este síndrome fue estudiado por primera vez alrededor del año 1978, gracias a las investigaciones de la Dra Clance. Ella se percató que varios alumnos destacados tenían dudas gigantescas acerca de su capacidad y jamás se permitían celebrar apropiadamente sus logros.

Incluso en personas con mucha experiencia, conocimiento y especialización sobre una temática, podemos observar esta distorsión. Ellos jamás se sienten lo suficientemente preparados. El síndrome suele afectar a aquellas personas que más potencial poseen.

El síndrome del impostor suele ser más frecuente en las mujeres, uno de sus orígenes lo encontramos en familias muy exigentes y perfeccionistas, familias que no permiten celebrar los logros apropiadamente y castigan el fracaso.

Podemos observar en estos casos, ciertas conductas negativas que afectan a las personas como por ejemplo:

  • Falsa humildad: tener miedo de sentirse orgulloso por los logros profesionales o personales, considerando que el orgullo es algo nefasto, temor a ser arrogante.
  • Autosabotaje: menospreciar logros, evitar oportunidades nuevas que contribuyan al éxito laboral, paralizarse y no moverse hacia lo que uno desea.
  • Autoexigencia desmedida: si no es perfecto, entonces no lo hago. Colocar metas inalcanzables solo para frustrarme. No me permito equivocarme.
  • Todo es mi responsabilidad: aceptar más tareas de las que puedo manejar, aceptar situaciones porque me siento culpable. Sentir que puedo con todo y cuando esto no es así, castigarme. Saturarme a menudo.

¿Cómo escapar de esta trampa?

  • Recupera tu confianza: permítete ser conciente de todo tu potencial, de tu esfuerzo, de tu valor. Recuerda situaciones donde has sido exitoso y has contribuido a mejorar.
  • Identifica todos los pensamientos pesimistas y escribelos. Todo lo que cruza por tu cabeza no es cierto, recuerda que si te sientes impostor no es verdad, es solo una trampa mental que te está nublando y no te deja ver quien realmente eres. Busca pruebas en la realidad, las personas que te han contratado, felicitado, quienes han estado conformes contigo, quienes te recomiendan.
  • Piensa en tus fortalezas, escribe todos tus éxitos y deja la vergüenza y la falsa humildad de lado, por un momento. No hay nada de malo en sentirte orgulloso de quien eres y lo lejos que has llegado.
  • Dile sí a las nuevas oportunidades. Si tienes una chance de brillar, hazlo. Quizás debas prepararte un poco más, aprender algo nuevo, pero si alguien puede hacerlo, ese eres tu y créeme, sabes más de lo que piensas.

Y si necesitas más ayuda, sabes donde encontrarme.

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